Para algunos autores, hace 200 años muchos hombres creían en Dios. Llegó Federico Nietzsche y desapareció a Dios. Llegó la posmodernidad y la historia quedó reducida a una narración verbal, así, desapareció la distinción tradicional entre el relato de lo real que conocemos como historia y el relato ficción que conocemos como literatura. Una vez desaparecido Dios como creador del hombre, el hombre como sujeto de la historia y la historia como relato de los hechos pasados, ¿qué nos queda? Para algunos, en la época actual nadie está seguro de nada y predomina el sentido irónico de la vida e incluso en los ámbitos más “serios”, se recurre, para evitar la tensión, a relatos que, lo mismo da, ocurrieron o no. Así pues, ¿por qué no aproximarse a estas perspectivas?, ¿por qué autocensurarse entre tantas libertades? A continuación, presento una de esas narraciones que aproximan una narración histórica a una no-histórica y viceversa.
Estas personas eran seres apreciados por su sabiduría que radicaba en la eterna armonía del amor. Ellos defendían a toda costa la iniciativa individual. Más que la materia, los unía el espíritu, su paz interior y armonía. Todo esto les había permitido, o estaba por permitirles, el éxito en sus empresas y, en algunas ocasiones, en la recolección de algunas facturas morales pendientes. La expresión de toda está abundancia espiritual se realizaba de diversas formas e iban desde el rezo del rosario en familia, la asistencia por lo menos semanal a misa, las lecturas del tarot, el juego de la guija, los talismanes y minerales energéticos, limpias, visitas a curanderos hasta el culto a la muerte y a Valverde, etc., etc.
Como consecuencia de un ambiente de este tipo, era de esperarse que, se generara, forzosamente, nada menos que abundancia y prosperidad para sus participantes, los aisladísimos casos de fracaso y lo que alguno que otro desubicado podría considerar como “acciones con una terrible estela de destrucción”, siempre podían explicarse, entre otras, por las siguientes causas:
Entre ellos, había uno que, por su buen corazón, caballerosidad y ánimo justiciero, era especialmente estimado por los más importantes. En este entorno, tan profundamente espiritual y bondadoso, era evidente que el aprecio que se le tenía no era por la gran cantidad de deudas que tenía en vehículos no pagados; ni por su picardía que lo había llevado a conectarse, como él mismo lo presumía, con la mafia más pelona; su notorio acento del centro del país y su incesantemente remarcada gloriosa ascendencia hispánica y, al mismo tiempo, oriental, hacia que sus vínculos ancestrales con aquellas vigorosas prácticas de vinculación social, ahora en desuso pero entonces regulares, nos mostraran los infortunios de la exclusiva preocupación por la materia, ¡Cuanta bondad entre estas personas que al considerar todo eso, lo cuidaban tanto! Era tal su piedad que, aunque no se sabe si todos, por lo menos sí muchos, entre ellos los más importantes, le habían conferido su entero apoyo, el pasado había sido sólo “excesos de juventud”, no conocería limitaciones de ningún tipo sobre todo por su corazón tan mil estrellas. En delante no se le auguraba otra cosa que una, casi obligatoria, reciprocidad a su carácter que, aunque un tanto exaltado, era más bien enamoradizo. Perfectas dosis de vanidad, rabietas y declamaciones no podían más que atraer el apoyo de especialistas en el cuidado personal y de aquellos que, en búsqueda de tanto bienestar, se preocupaban primero de sí, luego de sí y quizá, después, de sugerirles de la manera más amorosa a los demás que debían de preocuparse sólo de sí y a la brevedad porque como en la naturaleza, el divino amor siempre proveerá.
Había, desafortunadamente, algunos que se encontraban en el “lado oscuro”, individuos perversos a los que no se podía tratar sino como cosas o animales, los desgraciados no hallaban gozo y alegría porque eran más bien como perros que no entendían de la voluntad divina, es decir, agradece tu miseria e ignorancia o muere y eran, por lo tanto, constantemente acosados por su torcida conciencia. La calaña de estos individuos era tal que toda compasión era contraproducente, simplemente, no comprendían, que por alguna cuestión científicamente comprobada, congénita y divina, no podrían, ni debían aspirar a un trato como el de la “gente de bien” o “gente bien”. El control y vigilancia sobre estos demoniacos especimenes los había aislado perfectamente, se les acosaba por puro amor más que porque se creyera en su reincorporación.
En una ocasión, una amorosa y vigorosa joven, al grito de “¡Quién que es, no se las ha tronado siquiera una vez!” y que por cierto como que no era de por allí porque su nombre, pronunciado algo así como Mari Yein, resultaba a los oídos locales completamente erxótico, encendió un cigarrillo de la alegría y en su candidez se lo ofreció a uno de aquellos dejados por Dios.
Este nefasto individuo, rechazó a la joven que además le había ofrecido el templo de su amor: macizas caderas en armonioso balanceo, piernas como columnas y pechos espectaculares como bollos humeantes, recién horneados. Estaba condenado:
- Ven, ven, ¡Grandísimo chanta!, limpiaras todo lo sucio empezando por estas piezas resultado de esa exquisita técnica de crear tartas, dulces y repostería. ¡Oh!, a mis favoritas, las conchas, les acaba de caer algo negro, horrible y asqueroso...
- ¿Disculpa?
- Claro amor, ¿dime?
- Me parece que es chocolate.
- Así es, ¿no es horrible y asqueroso?
- Pues,… no sé…
- ¡Ah, mira los carbones al fuego arder!
- Permíteme, quiero ver desde tu punto.
- (cantando) “…’cos I don’t shine if you don’t shine, before you gouuuuuu…”
- Bueno, quizá ...
- Lo sabíamos (grita en un alarido triunfal), guardianas de la democracia contra esta mancha xenófoba, quería subvertir el orden de nuestra amorosa patria...pero, ¿quién te crees?, ¿no ves que todos somos iguales?...
- ¿Sí?
- Pero claro que sí, como castigo escribirás en el pizarrón, hasta que te acabes los gises, “Todos somos iguales”… ¿entendiste?...
- Sí…pera, culebra, descendiente de la enchilada…
- ¿Pero quien te has creído?...gato, perro, pavo, puerco, vaca, cabrón, buey, gusano, vicioso, delincuente, basura, holgazán…I’ll be (democratically) watching you…yo no me haré de la vista, gorda. Hasta que entiendas, lo que eres (un coro de risas, burlas y aullidos celebra, ¡eso es jefa!, ¡lo estaremos cazando!, - por cierto, cuidado con las puertas, puertos, etc.).
S I N M E D I O S.
Una persona había alcanzado la estimación y aprecio de su entorno, tenía muchos amigos, se codeaba en las más altas esferas de su sociedad, tenía un buen dominio de sí. Entre ellos, había una estimación mutua, nada les preocupaba porque, entre otras cosas, se tenían a sí mismos para apoyarse. Estas personas eran seres apreciados por su sabiduría que radicaba en la eterna armonía del amor. Ellos defendían a toda costa la iniciativa individual. Más que la materia, los unía el espíritu, su paz interior y armonía. Todo esto les había permitido, o estaba por permitirles, el éxito en sus empresas y, en algunas ocasiones, en la recolección de algunas facturas morales pendientes. La expresión de toda está abundancia espiritual se realizaba de diversas formas e iban desde el rezo del rosario en familia, la asistencia por lo menos semanal a misa, las lecturas del tarot, el juego de la guija, los talismanes y minerales energéticos, limpias, visitas a curanderos hasta el culto a la muerte y a Valverde, etc., etc.
Como consecuencia de un ambiente de este tipo, era de esperarse que, se generara, forzosamente, nada menos que abundancia y prosperidad para sus participantes, los aisladísimos casos de fracaso y lo que alguno que otro desubicado podría considerar como “acciones con una terrible estela de destrucción”, siempre podían explicarse, entre otras, por las siguientes causas:
- Mala suerte,
- Mala vibra,
- Voluntad y justicia divina, o una explicación más laica
- Causa y efecto.
Entre ellos, había uno que, por su buen corazón, caballerosidad y ánimo justiciero, era especialmente estimado por los más importantes. En este entorno, tan profundamente espiritual y bondadoso, era evidente que el aprecio que se le tenía no era por la gran cantidad de deudas que tenía en vehículos no pagados; ni por su picardía que lo había llevado a conectarse, como él mismo lo presumía, con la mafia más pelona; su notorio acento del centro del país y su incesantemente remarcada gloriosa ascendencia hispánica y, al mismo tiempo, oriental, hacia que sus vínculos ancestrales con aquellas vigorosas prácticas de vinculación social, ahora en desuso pero entonces regulares, nos mostraran los infortunios de la exclusiva preocupación por la materia, ¡Cuanta bondad entre estas personas que al considerar todo eso, lo cuidaban tanto! Era tal su piedad que, aunque no se sabe si todos, por lo menos sí muchos, entre ellos los más importantes, le habían conferido su entero apoyo, el pasado había sido sólo “excesos de juventud”, no conocería limitaciones de ningún tipo sobre todo por su corazón tan mil estrellas. En delante no se le auguraba otra cosa que una, casi obligatoria, reciprocidad a su carácter que, aunque un tanto exaltado, era más bien enamoradizo. Perfectas dosis de vanidad, rabietas y declamaciones no podían más que atraer el apoyo de especialistas en el cuidado personal y de aquellos que, en búsqueda de tanto bienestar, se preocupaban primero de sí, luego de sí y quizá, después, de sugerirles de la manera más amorosa a los demás que debían de preocuparse sólo de sí y a la brevedad porque como en la naturaleza, el divino amor siempre proveerá.
Había, desafortunadamente, algunos que se encontraban en el “lado oscuro”, individuos perversos a los que no se podía tratar sino como cosas o animales, los desgraciados no hallaban gozo y alegría porque eran más bien como perros que no entendían de la voluntad divina, es decir, agradece tu miseria e ignorancia o muere y eran, por lo tanto, constantemente acosados por su torcida conciencia. La calaña de estos individuos era tal que toda compasión era contraproducente, simplemente, no comprendían, que por alguna cuestión científicamente comprobada, congénita y divina, no podrían, ni debían aspirar a un trato como el de la “gente de bien” o “gente bien”. El control y vigilancia sobre estos demoniacos especimenes los había aislado perfectamente, se les acosaba por puro amor más que porque se creyera en su reincorporación.
En una ocasión, una amorosa y vigorosa joven, al grito de “¡Quién que es, no se las ha tronado siquiera una vez!” y que por cierto como que no era de por allí porque su nombre, pronunciado algo así como Mari Yein, resultaba a los oídos locales completamente erxótico, encendió un cigarrillo de la alegría y en su candidez se lo ofreció a uno de aquellos dejados por Dios.
Este nefasto individuo, rechazó a la joven que además le había ofrecido el templo de su amor: macizas caderas en armonioso balanceo, piernas como columnas y pechos espectaculares como bollos humeantes, recién horneados. Estaba condenado:
- Ven, ven, ¡Grandísimo chanta!, limpiaras todo lo sucio empezando por estas piezas resultado de esa exquisita técnica de crear tartas, dulces y repostería. ¡Oh!, a mis favoritas, las conchas, les acaba de caer algo negro, horrible y asqueroso...
- ¿Disculpa?
- Claro amor, ¿dime?
- Me parece que es chocolate.
- Así es, ¿no es horrible y asqueroso?
- Pues,… no sé…
- ¡Ah, mira los carbones al fuego arder!
- Permíteme, quiero ver desde tu punto.
- (cantando) “…’cos I don’t shine if you don’t shine, before you gouuuuuu…”
- Bueno, quizá ...
- Lo sabíamos (grita en un alarido triunfal), guardianas de la democracia contra esta mancha xenófoba, quería subvertir el orden de nuestra amorosa patria...pero, ¿quién te crees?, ¿no ves que todos somos iguales?...
- ¿Sí?
- Pero claro que sí, como castigo escribirás en el pizarrón, hasta que te acabes los gises, “Todos somos iguales”… ¿entendiste?...
- Sí…pera, culebra, descendiente de la enchilada…
- ¿Pero quien te has creído?...gato, perro, pavo, puerco, vaca, cabrón, buey, gusano, vicioso, delincuente, basura, holgazán…I’ll be (democratically) watching you…yo no me haré de la vista, gorda. Hasta que entiendas, lo que eres (un coro de risas, burlas y aullidos celebra, ¡eso es jefa!, ¡lo estaremos cazando!, - por cierto, cuidado con las puertas, puertos, etc.).
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