viernes, 7 de enero de 2011

Alianzas en reacomodo: la continuidad del cambio.

Para algunos autores, “La Revolución Mexicana ha sido calificada repetidas veces como esencialmente un estallido de la sociedad agrícola. Desde esta perspectiva se ve al movimiento de 1910 como un levantamiento campesino, y en menor medida obrero, en contra de los abusos de terratenientes y capitalistas extranjeros. Esta interpretación, aunque cierta, es parcial. Salvo algunas excepciones, puede decirse que los campesinos no dirigieron la lucha contra el régimen porfirista; sus demandas fueron pospuestas y habría de pasar muchos años antes de traducirse en realidades parciales. Una interpretación más satisfactoria lleva a ver la Revolución como una lucha en la cual una fracción de una clase (los sectores medios marginados por la oligarquía porfirista) estableció una alianza con grupos campesinos y obreros para acabar con un régimen personalista, esclerosado, que le negaba la posibilidad de participar en la vida pública y el ascenso social. Finalmente, los dirigentes en su conjunto empezando con Venustiano Carranza, terminaron por comprometerse a una redistribución de la propiedad rural manteniendo, agrandando, o, de plano, recreando el ejido. Sin embargo, una vez que se ganó la lucha y que la etapa violenta de la Revolución quedó atrás, la urgencia de los líderes por poner en práctica sus promesas de justicia social al campesinado, disminuyó. La tendencia predominante en los círculos dirigentes nacionales en la década posterior a 1920 no fue la de una reforma agraria radical sino la de una economía agraria basada tanto en una pequeña o mediana parcela como en la hacienda, a la que se pensó limitar pero no eliminar.
    Es posible observar que la imperante necesidad de racionalizar las decisiones colectivas conlleva una especialización y distanciamiento entre el discurso y la acción, entre los reclamos populares y los líderes que buscan legitimidad tanto en la continuidad como en el cambio, sea este radical o no.
    Como, de una forma un tanto “realista”,  lo muestra Morgenthau: “Cuando la política (exterior) es implementada bajo condiciones de control democrático, es especialmente necesario manejar las emociones populares a los efectos de lograr apoyo para la propia política. No obstante, una teoría política (exterior) que aspire al racionalismo necesita, por ahora, deshacerse como sea de esos elementos irracionales.
    Este ávido afán de aceptación parece no ser exclusivo de la, propiamente dicha, “clase política” sino que, de una u otra forma, suele presentarse aún en las más diversas colectividades humanas, entre otras, en la aparentemente objetiva producción del conocimiento. En este sentido, resulta especialmente interesante la elaboración narrativa del feminismo y del uso que le da como utensilio de “emancipación de las mujeres”. Así por ejemplo, para algunas de sus principales representantes, “…EL FEMINISMO HA USADO LA HISTORIA DE DIFERENTES MANERAS EN ÉPOCAS DISTINTAS, COMO UNA ARMA DE IMPORTANCIA FUNDAMENTAL EN LA LUCHA POR LA EMANCIPACIÓN DE LAS MUJERES…Y HA ESCRITO NUEVAS HISTORIAS PARA CONTRARRESTAR LA ‘MENTIRA’ DE LA PASIVIDAD DE LAS MUJERES…IGUALMENTE, HA ESTABLECIDO UN SINNÚMERO DE ALIANZAS, ENFOCADAS EN MUCHOS ASPECTOS DEL PODER PARA AVANZAR EN EL LOGRO DE SUS METAS” no sin antes advertir que “GUARDAN DILIGENTEMENTE LAS FRONTERAS DE SU CAMPO, PROTESTAN CONTRA LA DISTRIBUCIÓN DESIGUAL DE LOS RECURSOS, ALERTAS A LAS INCURSIONES A SU TERRITORIO DE NUEVAS Y MÁS ATRACTIVAS ÁREAS DE INVESTIGACIÓN, Y RECELOSAS DE LOS SOBREVIVIENTES QUE PUEDEN REDIBUJAR LOS MAPAS QUE HAN SEGUIDO TAN BIEN. SU PROTECCIONISMO ALGUNAS VECES LAS LLEVA HASTA A COLABORAR CON AQUELLOS ADMINISTRADORES QUE ESTÁN EMPEÑADOS EN COMERCIALIZAR LA VIDA DE LA MENTE…LA DEFENSA DEL STATUS QUO PARECE MUCHO MÁS URGENTE QUE AFERRARSE A LOS SUEÑOS DE TRANSFORMACIÓN RADICAL…LA ACEPTACIÓN DE LO QUE ES, EN LUGAR DE UNA BÚSQUEDA CONTINUA DE LO QUE DEBERÍA SER, LA DOMESTICACIÓN DEL DESEO FERVIENTE.”, y para concluir que “CADA VEZ MÁS, TAMBIÉN, LAS DIFERENCIAS ENTRE MUJERES SE VOLVIERON MÁS DIFÍCILES DE RECONCILIAR EN UNA ÚNICA CATEGORÍA, INCLUSO SI LA PLURALIZÁBAMOS. ‘LAS MUJERES’ SE PARECÍA DEMASIADO A UNA UNIVERSALIZACIÓN DE LAS MUJERES, BLANCAS, OCCIDENTALES Y HETEROSEXUALES, UNA CATEGORÍA NO SUFICIENTEMENTE CAPAZ DE LAS CONSIDERACIONES QUE LAS DIFERENCIAS ENTRE MUJERES REQUERÍA.”                
   
     Así es que si:
  • Por definición, una presencia femenina (en los textos y departamentos de historia) representa, por sí mismo, un reto a la ortodoxia gran “falocéntrica”,
  • Su “proteccionismo” las ha llevado a colaborar con quienes están empeñados en comercializar la vida de la mente y han establecido sinnúmero de alianzas, enfocadas en muchos aspectos del poder para avanzar en el logro de sus metas,
  • La producción del conocimiento sobre el pasado no ha sido un fin por sí mismo sino más bien ha proporcionado los términos sustantivos para dar al traste con las certezas del presente,
  • La categoría “mujeres” no es lo suficientemente capaz de considerar las diferencias entre las mismas mujeres, 
  • La necesidad de evitar la “ruina” hace que las feministas sean catalogadas más como defensoras del status quo que como agentes de cambio.
     Entonces:
  • ¿En aras de la protección de qué mujeres actúan?
  • ¿Combaten o son aliadas del “falocentrismo”? 
  • Al dar al traste a las certezas arbitrarias del presente y al hacerle el juego al “falocentrismo”, ¿no están sustituyendo esas antiguas arbitrariedades por unas nuevas que son envueltas en un aura de legitimidad pero que no por ello dejan de ser más agresivas?,
  • Estás nuevas arbitrariedades matizadas en su agresividad por la cotidiana comunicación, ¿no son igual o más terribles que las que se suponía que enfrentaban?
  • ¿Por qué no dejar que las persuasivas melodías de María Daniela o Paquita la del Barrio subviertan completamente este orden falocéntrico?    


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