lunes, 7 de febrero de 2011

Buena visión (panóptica).

“Artículo primero. Se castigará con la PENA DE MUERTE, además de a los trastornadores del orden público que señala la ley del 25 de enero de 1862: 
  • Primero. A los que inciten a la suspensión del trabajo en las fábricas o empresas destinadas a prestar servicios públicos o la propaguen: a los que presidan las reuniones en que se proponga, discuta o apruebe; a los que defiendan y sostenga; a los que la aprueben o suscriban; a los que asistan a dichas reuniones o no se separen de ellas tan pronto como sepan su objetivo, y a los que procuren hacerla efectiva una vez que se hubiese declarado. 
  • Segundo. A lo que con motivo de la suspensión de trabajo en las fábricas o empresas mencionadas o en cualquiera otra, y aprovechando los trastornos que ocasiona, para agravarla o imponerla destruyan o deterioren los efectos de la propiedad de las empresas a que pertenezcan los operarios interesados en la suspensión o de otras cuyos operarios se quieran comprender en ella; y a los que con el mismo objeto provoquen alborotos públicos o bienes de cualquier ciudadano, o que se apoderen, destruyan o deterioren bienes públicos o de propiedad particular…”
Ciudad de México, 1 de agosto de 1916
Venustiano Carranza

Con el predominio del grupo carrancista el poder político pasó a los elementos representativos de los sectores medios marginados durante el porfiriato. La política carrancista representó esencialmente los intereses propios de los sectores medios urbanos y rurales. Para institucionalizar su sistema de dominación política y lograr la reestructuración económica, incorporaron a los grupos más importantes de las clases populares, pero manteniendo sobre ellos un control indiscutible. La incorporación subordinada de obreros y campesinos se logró por medio de: 
  • La derrota de los principales caudillos populares (Villa y Zapata),
  • Otorgando ciertas concesiones a los reclamos de estos, y 
  • La cooptación sistemática de sus representantes o la represión de los que se resistieran.
Para Katz: “No había nada de muy revolucionario en la política económica nacionalista de Carranza. Lo que se propuso fundamentalmente fue restablecer las condiciones del porfiriato en beneficio de grandes segmentos de la clase alta tradicional del México y de su nueva burguesía. El propósito de Carranza era ganarse a estos grupos a expensas tanto de los intereses extranjeros como de las clases más bajas de la sociedad mexicana, sobre cuyos hombros habría de caer la carga de los costos de la revolución. Por razones obvias, le fue mucho más fácil imponer dicha carga a los pobres que a los intereses extranjeros.”
    Pronto, Álvaro Obregón se convirtió en el imán de una nueva alianza política. En alguna ocasión, cuando se le preguntó si tenía buena vista respondió: “La tengo muy buena. Imagínese que alcancé a ver la presidencia desde Huatabampo”.
    En junio de 1919, Obregón lanzó su candidatura presidencial. Desde entonces, se abrió una brecha entre el gobierno de Sonora y Carranza, que apoyaba a Ignacio Bonillas. El 23 de abril de 1920, el gobernador de Sonora, Adolfo de la Huerta, se rebeló formalmente con el Plan de Agua Prieta y encabezó el Ejercito Libertador Constitucionalista. Obregón acusó a Carranza de intentar imponer a Bonillas en la presidencia y la rebelión cundió por todo el país. El 7 de mayo de 1920 Carranza tuvo que evacuar el D. F. y el 21 de mayo fue asesinado en Tlaxcalantongo. Los obregonistas “inculpablemente serenos se fueron a lo suyo” y el mismo día del entierro de Carranza se fijó la fecha para las elecciones generales y se designó presidente provisional a Adolfo de la Huerta.
    Con Álvaro Obregón inició la hegemonía del grupo revolucionario sonorense. Obregón enfrentó y derrotó a Carranza sin la participación de una parte importante del ejército federal, el comandado por Pablo González. Los ejércitos obregonistas recibieron una amplia recompensa a su lealtad, mediante ascensos y la posibilidad de usar sus cargos en beneficio personal.         


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