lunes, 4 de julio de 2011

El cuarto poder: en el mundo de Balzac.


Rosario Castellanos. 
Honorato de Balzac, ese genio de la observación, de la acuciosidad que no se propuso en la escritura de La Comedia Humana (según sus propias palabras) sino levantar un inventario total del mundo en que le tocó vivir, tuvo el privilegio de presenciar la aparición y desaparición de muchos fenómenos, los cuales acabaron por configurar la fisonomía de la edad contemporánea.
    Hubo un hecho que particularmente solicitó su atención y aun podríamos decir que suscito su alarma: el surgimiento del periodismo. En muchas de sus novelas describe la serie de circunstancias e intereses, de necesidades y pasiones que conspiran en el nacimiento del periódico. Los azares políticos y económicos, las habilidades de los dueños, la astucia de sus dirigentes que lo hacen prosperar. O la conjunción de una serie de elementos adversos que le deparan una vida precaria y una muerte rápida.    
    Nos introduce, con esa seguridad propia tan propia del conocedor, a las redacciones y nos muestra, en todo su esplendor, al dios tutelar del periódico: LA PRISA. LOS REDACTORES LLENAN SUS CUARTILLAS CON OPINIONES QUE NO TIENEN TIEMPO DE FUNDAMENTAR Y QUE NO SE PREOCUPAN TAMPOCO DE HACER, SEGUROS DE QUE SERÁN DEVORADOS TAN PRONTO COMO DESECHADAS Y QUE LO EFÍMERO NO MERECE UN CUIDADO MÁS MINUCIOSO NI UN ESCRÚPULO MAYOR. Es natural, pues, que opiniones que carecen de raíz se dejen arrastrar al capricho de los vientos. Hoy se ensalzará lo que mañana ha de ser humillado. Los prestigios, las famas de las personas y los objetos, los apoyos a las posiciones de los hombres en poder varían con una facilidad que podría confundirse con la incoherencia si detrás de ella no hubiera un respaldo muy sólido y lógico: el de halagar y servir al que paga mejor, al que protege más ampliamente con su fuerza, al que abre vía más libre a la ambición.
    ¿Cómo trabaja entonces un reportero? Balzac nos los responde por la boca de Esteban Lousteau, uno de los protagonistas de Las ilusiones perdidas.

Yo vivo de la venta de las entradas que me dan los directores de los teatros del bulevar para pagar mi benevolencia crítica y de los libros que me envían los libreros y de los que tengo que decir algo. En suma, tráfico con los tributos en especie que ofrecen los industriales en pro o en contra de los cuales me permite el director lanzar los artículos. El agua carminativa, la pasta de los sultanes, el aceite cefálico, la mixtura brasileña, pagan por un artículo chocarrero veinte o treinta francos. Yo me veo obligado a ladrarle al librero que da pocos ejemplares al periódico: el periódico se queda con dos, que vende el director, y yo necesito vender otros dos que vender. Cuando se publica una obra maestra, al librero avaro de ejemplares, se le revienta. Es innoble, pero yo vivo de esto, ¡yo y otros cien más!
    El mundo político no es mucho más hermoso que este mundo literario: todo en estos dos mundos es corrupción y en ellos cada hombre es o corruptor o corrompido. Cuando se trata de una librería algo considerable el librero me paga por miedo a verse atacado. Las actrices pagan también los elogios, pero las más hábiles pagan los denuestos; el silencio es lo que más temen. Por eso una apreciación hecha para ser contestada en otra parte, vale más y se paga más cara que un elogio seco, que se olvida al día siguiente. La polémica es el pedestal de las celebridades. Con este oficio de espadachín de ideas comienzo a ser considerado hombre temible.
   
Pero hay que saber atemorizarse. El uso prudente de una arma semejante puede conducir al éxito y Lousteau sueña con ser ministro “y hasta persona decente”, que todo es posible.
    Pero este oficio de espadachín literario tiene también sus riesgos y a veces se traban en combates desiguales con enemigos que los sobrepasan y pulverizan. Las derrotas, cuando son pequeñas, nos las consigna ninguno. Pero cuando son grandes y en torno al combate se ha hecho el escándalo suficiente, LOS COMPAÑEROS DEL VENCIDO LO ENVOLVERÁN EN EL SUDARIO DE MÁRTIR DE LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN, con lo cual su dignidad de individuo (que no importa mucho) y la dignidad profesional, quedan (por el momento) a salvo.
    Pero Lousteau pertenece a una de las infanterías y sirve a Finot, el capitán, el director, que es muy consciente de su papel que le toca representar. La influencia y el poder del periódico está sólo en su aurora, dice este pionero. EL PERIODISMO SE ENCUENTRA EN LA INFANCIA PERO CRECERÁ. DENTRO DE DIEZ AÑOS TODO ESTARÁ SOMETIDO A LA PUBLICIDAD. EL PENSAMIENTO LO ILUMINARÁ TODO…Y LO MANCHARÁ TODO. Hará reyes y deshará monarquías.
    Hay que admitir entonces que, DESDE EL PUNTO DE VISTA DEL GOBIERNO, LOS PERIÓDICOS SON UN MAL QUE PUEDEN UTILIZARSE O COMBATIRSE.
    En los tiempos en que Balzac diagnosticaba con tanta precisión el presente y vislumbraba el futuro, el dilema entre una alianza entre dos poderes que ya podía equipararse a una pugna aún no se resolvía. Es más, el gobierno (que no alcanzaba a medir en su a tamaño exacto la peligrosidad de su enemigo), se inclinaba hacia la represión y la violencia aunque ya podía observarse que tales medidas no eran eficaces porque “LAS IDEAS SÓLO HAN DE SER NEUTRALIZADAS POR IDEAS”.
    ¿QUÉ PUEDE LA FUERZA BRUTA CONTRA LAS ARGUCIAS INFINITAS A QUE SE RECURRE EN EL PAPEL? Si el gobernante obra bien y el periódico no le es favorable será el subordinado el que lo haya hecho todo y viceversa. SI EL PERIÓDICO INVENTA UNA CALUMNIA ES QUE SE LA HAN DICHO. SI EL INDIVIDUO SE QUEJA, QUEDARÁ ABSUELTO SIEMPRE QUE PIDA PERDÓN. SI EL PERIÓDICO ES LLEVADO A LOS TRIBUNALES SE LAMENTARÁ DE QUE NO HAYAN IDO A PEDIRLE QUE RECTIFICASE; PERO SE RÍE DE LAS PETICIONES Y CALIFICA SU CRIMEN DE ALGO SIN IMPORTANCIA. SI SE LE CASTIGA Y TIENE QUE PAGAR UNA MULTA SEÑALA AL QUERELLANTE COMO UN ENEMIGO DEL PAÍS Y LAS LUCES. Dirá que el señor tal es un ladrón, explicando como es el hombre más honrado del reino. PORQUE PUEDE, EN CIERTO TIEMPO, HACER CREER LO QUE QUIERE A QUIENES LO LEEN TODOS LOS DÍAS.
    Pero un gobierno que hace concesiones a los periodistas no logra sino mostrar su debilidad. La llaga, concluye Balzac, es incurable y será cada vez más maligna y cada vez más insolente; y cuanto más grande sea el daño, más se le tolerará “hasta el día en que la confusión se introduzca en los periódicos por su abundancia, como Babilonia”.
    Balzac, reconocido y aceptado como un escritor que pertenece a la corriente realista, nos ofrece un testimonio que tiene la validez de lo verdadero. Pero SU PROFECÍA ¿ES IGUALMENTE ACERTADA? ANUNCIÓ QUE LOS PERIÓDICOS IRÍAN MÁS LEJOS QUE LOS REYES EN LO QUE HACE A LA INGRATITUD; MÁS LEJOS EN LAS ESPECULACIONES Y EN CÁLCULOS QUE EL MÁS SUCIO COMERCIO Y QUE ENVILECERÍAN NUESTRAS INTELIGENCIAS CON SUS DESTILACIONES CEREBRALES. EL ANUNCIO ¿SE HA CUMPLIDO? QUE CONTESTEN LAS PERSONAS AUTORIZADAS O QUE SOSTENGAN QUE EL PERIÓDICO FUE LO QUE BALZAC HUBIERA QUERIDO QUE FUERA: UNA FORMA DE SACERDOCIO EN LA QUE LOS OFICIANTE ILUMINAN, ORIENTAN, CREAN.